miércoles, 4 de agosto de 2010

Jean Cocteau
















Existe una fotografía de Man Ray, en la cual se muestra a un Jean Cocteau lleno de brazos, como un dios hindú. Un Cocteau industrioso que sostiene un cigarro, unas tijeras, una pluma y un libro. No existe mejor retrato, escrito o fotografiado, que describa el temperamento de curioso insaciable del poeta.

Cocteau escribió desde joven, nació para ello, nació con ello. Con apenas 18 años, sus versos ya comenzaban a sonar en los importantes círculos literarios de la primera mitad del siglo XX. Época de revoluciones artísticas, de escupitajos a la tradición y al orden reinante. Duchamp, Picasso, Stravinsky, Miró, Dali, Buñuel, Joyce y otros fueron los cultivadores del llamado Avant-garde, y de toda su gran plaga de ismos (Surrealismo, Dadaísmo, Cubismo, Futurismo, Expresionismo). Nuestro poeta circularía por varios de estos movimientos sin llegar a adherirse a ninguno, su espíritu voluble e independiente no se lo hubiera permitido (ni tampoco los surrealistas le tenían mucho aprecio.)

Novelista, dramaturgo, periodista, autor de libretos para operas y ballets, dibujante, pintor, y cineasta. Cocteau era, como lo describía Man Ray, el poeta de los mil brazos. En 1945, escribiría en su diario: "Comienzo a tener la barba blanca. ¿Y qué? No es cosa grave. Lo grave seria tener el alma en la misma forma. Gracias a Dios, tengo la sangre roja. La gastare hasta la última gota. No ahorrare nada de ella". Y no lo hizo.

Sus obras literarias, como la compacta novela Los Niños Terribles (reverenciada por Julio Cortázar, quien la consideraba una obra maestra) u Opio: Diario de una desintoxicación (creado décadas antes de que William Burroughs, el junky con voz de autómata, describiera de manera similar fenómeno de la droga en su propia obra), son algunas de las mejores muestras de su prosa poética, rápida y llena de imágenes que abordan la intimidad de sus personajes, seres excepcionales casi siempre.

Su relación con la música le llevaría a ser el ideólogo y el libretista favorito del grupo conocido como “Les Six”, entre los que se encontraban los compositores Darius Milhaud, Arthur Honegger, Francis Poulenc y Georges Auric (quien haría las bandas sonoras de todos sus filmes). Para Stravinsky, escribiría el libreto para la opera-oratorio Oedipus Rex. Al lado del músico Erik Satie (el excentrico gimnopedista) y de Pablo Picasso, montaría Parade, un ballet que durante sus primeras presentaciones provocaría un escándalo que terminaría con el encarcelamiento breve de Satie.

Los dibujos de Cocteau serian admirados por el mismo Picasso, con el cual mantendría una amistad de toda la vida. El pintor haría una breve aparición en el filme El Testamento de Orfeo.

El compositor norteamericano, Philip Glass, basaría en las obras de Cocteau varios de sus propios trabajos, de entre los cuales podemos destacar su re-musicalización para el filme La Bella y la Bestia, versión incluida en el dvd editado por The Criterion Collection.





















Cocteau Cineasta



La Trilogía Órfica
Cocteau transforma el mito griego de Orfeo (el cual cuenta el descenso del poeta al inframundo, en busca de su fallecida esposa Eurídice) adaptándolo a su propio universo, elaborando una trilogía que vendría a abrir (con La Sangre de un Poeta, en 1930) y a cerrar (con El Testamento de Orfeo, en 1960) su filmografía. En 1952 filmaría Orfeo, con su inseparable Jean Marais (amigo, amante, inspirador y ángel de la guarda del escritor) en el protagónico.

La trilogía órfica esta llena de elementos fantásticos, meditaciones acerca de la poesía y la muerte (un tema que le obsesionaría a Cocteau siempre, debido en gran parte a la prematura muerte de muchos de sus colegas y amigos). Una fotografía o una rosa se reconstruyen en medio de las llamas en lugar de destruirse; las paredes y los techos cuentan con su propia fuerza de gravedad en la que los personajes se deslizan; los espejos son pasajes hacia otras dimensiones. Cocteau mismo protagonizaría El Testamento de Orfeo, filme que ayudaría a financiar el entonces realizador novel, Francois Truffaut, amigo y admirador del escritor-cineasta.

Los Padres Terribles (1948)
Adaptada al pie de la letra a partir de su obra de teatro. El filme mantiene su atmósfera y estructura teatral. Es tal vez el relato más realista que haya rodado Cocteau, enfocándose más en los rostros de sus actores y en la complicidad de la cámara con el estado de ánimo de sus personajes. Cocteau lo consideraba su mejor filme, desde el punto de vista técnico.

La Bella y la Bestia (1946)
Un cuento de hadas. Un clásico del cine francés y uno de los filmes con las iluminaciones más bellas.
El bosque tenebroso y tempestuoso; el castillo encantado de la Bestia, con sus estatuas vivientes, las puertas que hablan, los candelabros humanos, sus guantes y espejos teletransportadores. Cada motivo visual, sus decorados y vestuarios fantásticos la hacen una película que es al mismo tiempo un verdadero acto de magia en acción.


Los Niños Terribles (1950)
Jean-Pierre Melville seria el realizador de este filme (adaptación de la novela antes citada), en el que colaboro estrechamente con Cocteau en el guión, quien también proveería la narración.
La peculiar relación de amor-odio entre los huérfanos Paul y Elisabeth. Dargelos lanzando la bola de nieve mortal a Paul, dejándolo postrado en cama durante meses. El cuarteto amoroso imposible Paul-Agathe, Elisabeth-Gerard. «La habitación», ese teatro mágico en donde los adolescentes guardan su preciado tesoro de cachivaches inútiles. «El juego». Todos los elementos de la novela están presentes en el filme, el cual fue señalado por Truffaut, «como el mejor trabajo de Melville».


La Música en el Cine: preludio, variaciones y fantasía en 35 mm

















Melodía, armonía y ritmo. Todos hemos escuchado alguna vez estos términos musicales, sin importar si dudamos o desconocemos su verdadero significado.

La música, aquel arte que «llega más fácilmente al ser humano», en palabras del cineasta alemán, Werner Herzog; ha diferencia del cine, ha acompañado al hombre durante milenios. Lo acompaño en sus celebraciones, en sus funerales y en sus rituales religiosos. Era lógico que no tardara en adherirse al relativamente joven arte del cinematógrafo.

En los tiempos del cine mudo, músicos, pianistas y pequeños ensambles, habitarían las salas oscuras y harían de esta ocupación su pan de cada día.

Tan pronto como crecen los bolsillos de los empresarios, crecen las orquestas, y con el advenimiento del cine sonoro, la composición de una obra musical definitiva relacionada a un filme se formaliza.

Los grandes compositores en aquel momento experimentaban con aquella novedad llamada «atonalismo», en lo que fue toda una revolución en el mundo de la música (no exenta de escándalos y disturbios públicos. Véase: La Consagración de la Primavera de Stravinsky), similar a la que vivían los pintores y los escritores de la época. Mientras, los filmes habrían de seguir cultivando el neoromanticismo, y estas innovaciones aun tendrían que esperar un par de décadas para introducirse (y en dosis moderadas) en el cine.

Por la historia del séptimo arte habrían de pasar nombres y compositores consagrados como: el americano, Aaron Copland; los rusos, Dimitri Shostakovich y Sergei Prokofiev (colaborador de Eisenstein en Alexander Nevsky e Iván el Terrible); los franceses, Erik Satie (con Rene Clair) y Georges Auric (en filmes de Jean Cocteau, Max Ophuls y William Wyler); o el mexicano, Silvestre Revueltas (con Fernando de Fuentes).

En el Hollywood de antaño, fábrica y espejo del oscuro sueño americano, llegarían a hacerse grandes compositores como: Bernard Herrmann, Miklos Rozsa, Max Steiner, Alfred Newman, Dimitri Tiomkin y Franz Waxman.

En nuestro país, en las décadas de los 30s, 40s y 50s; el cine sonoro llevaría a un gran numero de cantantes y comediantes celebres a aparecer en pantalla. Interpretes como: Pedro Infante, Agustín Lara, Tin Tan y José Alfredo Jiménez, habrían de hacer del número musical una parte recurrente en el cine de la época, en el cual la canción popular reinaba. En el ámbito orquestal, destacarían algunos compositores como: Silvestre Revueltas (¡Vámonos con Pancho Villa!, La Noche de los Mayas), Raul Lavista (Macario y varios films de Luis Buñuel), y el español exiliado, Rodolfo Halffter (Los Olvidados, Nazarin, María Candelaria).

¿Es necesaria la música en el cine?
Este arte no ha sido apreciado incondicionalmente por todos los hombres de cine. Realizadores de la talla de Luis Buñuel y Robert Bresson, prescindirían de ella en sus últimos trabajos y hasta llegarían a desconfiar de su verdadero valor dentro de un filme. El mismo Buñuel diría alguna vez: "Personalmente, no me gusta la música en las películas, pienso que es un elemento cobarde".

Los filmes hechos antes de 1927 carecen de sonido, y varios se conservan hasta hoy en día en las videotecas sin que cuenten con música alguna de fondo, lo cual no ha impedido que millones de cinéfilos en el mundo se maravillen y disfruten con ellos.

Y sin embargo, ¡¿cuantos momentos del cine no podríamos imaginarlos sin música?! Estoy pensando en la caza wagneriana de Apocalipsis Ahora. En el asesinato a sangre fría de una familia de granjeros en Erase Una Vez en el Oeste, con la armónica desquiciante de Ennio Morricone en el fondo. En la reconciliación de las hermanas en Gritos y Susurros, en el que el dialogo es suprimido y reemplazado por una suite para cello de Johann Sebastian Bach. O, el mejor ejemplo de todos: la famosa escena de la regadera en Psicosis, un momento en donde la música de Herrmann es imprescindible, pues le añade coherencia, ritmo y violencia a una escena que consiste en un conjunto de planos en los que nunca se ve el cuchillo del asesino atravesar la carne de la victima.

Henri Mancini (el creador del famoso tema de La Pantera Rosa y uno de los más geniales compositores cinematográficos) y Blake Edwards, Alan Silvestri y Robert Zemeckis, Howard Shore y David Cronenberg, Dave Grusin y Sidney Pollack, Philip Glass y Godfrey Reggio, Maurice Jaubert y Jean Vigo, Georges Delerue y Francois Truffaut. Muchas de estas alianzas duraderas y fructíferas entre compositores y directores han pasado por la historia del cine. Revisemos algunas de estas celebres mancuernas:


Sergio Leone y Ennio Morricone
El Western, género americano por antonomasia es adoptado por los italianos en la década de los sesenta. La música que haría Morricone para Erase Una Vez en el Oeste, Por un Puñado de Dolares y El bueno, el Malo y el Feo, establecería un estilo que posteriormente imitarían tantos filmes y videojuegos, hasta llegar a convertirlo en cliché. Morricone es un gran melodista e instrumentador. Su uso de la guitarra eléctrica y la armónica en una orquesta para banda sonora no era algo común en la época. Fuera de su colaboración con Leone y el Spaghetti Western, habría de hacer muchas de sus mejores partituras como Cinema Paradiso, La Misión o Los Intocables.


Federico Fellini y Nino Rota
Mientras que Rota, al lado de Luchino Visconti, suena a a una vieja sinfonía romántica del siglo XIX. Con Fellini crearía melodías que parecen elaboradas para acompañar a un espectáculo cirquense. La colaboración de ambos era estrecha, Fellini se sentaba al lado del piano del compositor, dándole indicaciones y tomando las decisiones en cuanto a los pasajes que le gustaban. Ocho y Medio, La Dolce Vita, La Strada y Amarcord son algunas de sus mejores obras.


Alfred Hitchcock y Bernard Herrmann
Hermann debutaría junto a Orson Welles con la banda sonora de El Ciudadano Kane, trabajaría con Francois Truffaut en la adaptación de Fahrenheit 451, y haría su ultima partitura al lado de Martin Scorsese, en la magistral Taxi Driver. Pero todos lo recordamos especialmente por su trabajo con Hitchcock.
Si alguien no ha visto Psicosis, Vertigo o North By Northwest (por citar solo algunos entre su gran filmografía), no merece llamarse a si mismo «cinéfilo», ni siquiera «aficionado al cine». Tanta es mi admiración por el realizador inglés, Alfred Hithcock, que me lleva a escribir tan sectaria e injusta afirmación. Y que decir de Herrmann; sus orquestaciones son ya legendarias, el tema de la regadera de Psicosos es el momento más delicioso en cuanto a tensión fílmica. La banda sonora de Vertigo es hipnótica, la compañera perfecta para la historia de un hombre obsesionado con una mujer que ha vuelto de la tumba.
Hace poco un amigo compositor me pregunto: «¿que seria Hitchcock sin Herrmann?». Mi respuesta seria: «Todos los grandes filmes que hizo antes de 1955» (entre los que se encuentran La Ventana Indiscreta, La Sombra de una Duda y Los 39 Escalones). Pero mucha razón tenia al hacer la pregunta, pues Hitchcock con Herrmann es definitivamente mejor.


Steven Spielberg y John Williams
Spielberg podrá ser odiado por muchos intelectuales en la actualidad, para los cuales representa el escapismo absoluto (escapismo es un termino muy ambiguo que los expertos inventaron para etiquetar un tema que no esta relacionado con ninguna ideología o compromiso político. Ejemplos: Una película acerca de un amor feliz u otra acerca de una aventura en tierras vírgenes), y sin embargo, sigue contando con el respeto y la admiración de cineastas tan extremos como David Cronenberg y David Lynch. Y Spielberg, sin lugar a dudas le debe muchos de los mejores momentos de sus fábulas cinematográficas al compositor John Williams. Tanto su genialidad para crear melodías que ya se han vuelto parte de la cultura popular, como su riqueza rítmica, heredada directamente de Bartok y Stravinsky, lo hacen uno de los mejores músicos que han existido en el cine. Comenzaría bajo la tutela de Henry Mancini (trabajando como pianista) para posteriormente labrarse una larga carrera en el cine y la televisión, que lo llevaría a componer la música para filmes como Jaws, Indiana Jones o Encuentros Cercanos del Tercer Tipo. Aparte de su trabajo con Spielberg, crearía la archifamosa banda sonora para la trilogía de Star Wars, así como el inolvidable tema de Superman.


Tim Burton y Danny Elfman
Que Danny Elfman, un compositor sin la educación oficial de un conservatorio, que había crecido y evolucionado a partir del rock ochentero, llegara a elaborar bandas sonoras orquestales, para muchos era algo inconcebible e incluso llego a provocar algunas envidias profesionales entre los fracasados músicos que quisieron ver la manera de desprestigiarle y desatribuirle la verdadera autoría de su música.
Creador del hoy mítico tema de Los Simpson, el mundo sonoro y el estilo de Elfman se formaría dentro de una simplicidad rítmica, para explotar su inagotable vena melódica. Su música es la cómplice perfecta para el universo de «cuento de hadas macabro» de Tim Burton. Beetlejuice, La Pesadilla Antes de Navidad y El Joven Manos de Tijeras son algunos de sus mejores trabajos.

David Lynch y Angelo Badalamenti
A diferencia de las anteriores mancuernas, las cuales habían derivado de una larga
amistad, el encuentro de Lynch con Badalamenti fue casual. Su productor durante el rodaje de Blue Velvet insistió en que debían de trabajar juntos y provoco el encuentro. Después de escuchar a Badalamenti acompañando al piano a la Rossellini, en la canción que da el titulo a la película, Lynch se quedaría maravillado y prendado de su hermosa música y jamás volvería a rodar sin su colaboración.
Un jazz frenético se desprende de los acordes de Badalamenti; a veces un rock de ensueño; a veces un movimiento sinfónico, dulce y melancólico. Entre sus trabajos destacados se encuentran el ya citado, Blue Velvet, la banda sonora para la serie Twin Peaks y su película Fire Walk With Me, así como Lost Highway y The Straight Story.


Otras bandas sonoras imprescindibles:

Breakfast at Tiffany's - Henry Mancini
Chinatown - Jerry Goldsmith
Blade Runner - Vangelis
Koyaanisqatsi - Philip Glass
Anatomy of a Murder - Duke Ellington
The Graduate - Dave Grusin y Paul Simon
The Wizard of Oz - Stothart, Arlen, Halburg
Singin' in the Rain - Freed, Brown
My Fair Lady - Loewe, Lerner
2001: A Space Odyssey - V.A.
Gone With the Wind - Max Steiner
The Godfather - Nino Rota, Carmine Coppola
Il Gattopardo - Nino Rota
Once Upon a Time in America - Ennio Morricone
Modern Times – Charlie Chaplin
Ed Wood - Howard Shore
Jules et Jim - Georges Delerue
West Side Story - Leonard Bernstein, Stephen Sondheim
Back to the Future - Alan Silvestri
Ghostbusters - Elmer Bernstein
Halloween - John Carpenter
Dick Tracy - Danny Elfman, Stephen Sondheim
Saturday Night Fever - Bee Gees
A Hard Day's Night - The Beatles
Purple Rain – Prince
American Graffiti - V.A.
O Brother Where Art Thou? - V.A.
Pulp Fiction - V.A


Angelo Badalamenti explicando como compone al lado de David Lynch




Una escena de Érase una vez en el Oeste

jueves, 29 de julio de 2010

Dos filmes románticos de una década pasada




















"Practicamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor."

Erich Fromm



El tiempo es una cosa ambigua y las percepciones del hombre cambian con él. El arte cambia, las pinturas se deterioran y lo que antes era rosa ahora es azul. Los edificios y las catedrales caen. Algunas obras que antes llamaron la atención del gran publico ahora son ignoradas por completo; otras, por el contrario, han resurgido, manteniéndose vivas y frescas por siglos.

Una década en cine ha pasado y nos cuesta trabajo dejar de mirar atrás, para revisar y recordar aquellos filmes que tuvieron un impacto emocional en nosotros.

Eternal Sunshine of the Spotless Mind (Michel Gondry, 2004) y 500 Days of Summer (Marc Webb, 2009). Dos filmes excelentes. En muchos sentidos podríamos decir que ambos tienen un tema en común: El Amor. Pero también existe otro tema central en ellos: El Tiempo. Ambas películas tratan acerca de la historia sentimental que vive una pareja, desde su génesis hasta su desintegración (aunque no precisamente en ese orden). En ambos los personajes lidian con sus recuerdos y la trama fluye mediante los constantes saltos en el tiempo.

Francois Truffaut, Wong Kar-Wai, David Lynch y Woody Allen, son algunos de los realizadores que más honestamente se han adentrado en los sentimientos (siempre contradictorios) de los que es capaz un ser humano. Europeos o Norteamericanos, poco importa, los grandes filmes no tienen patria.

El filme de Michel Gondry debe ser uno de los mejores cinco de la década pasada. ¿Cuantos de nosotros no nos hemos preguntado en algún momento: "como me gustaría poder borrarlo/a de mi mente"? Los personajes principales de la historia, Clementine y Joel, interpretados magníficamente por Kate Winslet y Jim Carrey, nos dan una idea de la respuesta a nuestra pregunta. Asistimos, o mejor dicho, espiamos a través del alma de estos dos seres, tan ficticios y tan reales al mismo tiempo.


Charlie Kauffman es sin lugar a dudas uno de los mejores guionistas de nuestros tiempos, cualquier cosa que salga de su pluma seguramente valdrá la pena darle una ojeada. Sus argumentos no solo están llenos de giros inesperados, también son plenos y emocionantes en cuanto a la vida interior de sus personajes, seres humanos complicados casi siempre.

La película roza con la ciencia ficción al entrar en un viaje a través del tiempo y de las dimensiones de la mente de Joel (de la tienda de libros a la recámara de su casa solo hay un paso), el cual trata de todas maneras de mantener a Clementine en su memoria. Pero sin embargo no puede evitarlo y todo a su alrededor se desmorona y comienza a desaparecer.

Si fuera un filme tradicional de Hollywood, el héroe habría visto a la heroína, pasarían por una serie de dificultades, pero sabríamos que terminarian juntos y felices desde el primer momento en que los vimos (seria aquello que llamamos "el amor a primera vista".) Pero pocos filmes se han atrevido a mostrar el tipo de relación sentimental que viven el noventa por ciento de los habitantes del mundo. Es por eso que el filme ha sido (y sigue siendo) un gran éxito con el publico, ya que cada uno de estos detalles que describo (y aun más que seguramente me habrán pasado desapercibidos) hacen que la identificación sea inevitable.

Michel Gondry es un director barroco que al mismo tiempo tiene el talento y la sensibiidad para observar y resaltar los rostros humanos.

500 Days of Summer es una comedia amarga. No se si sea un filme que perdurara tanto como Annie Hall (pelicula con la que se ha comparado una y mil veces), pero definitivamente es un film que vale la pena ver. La trama es menos compleja y mas directa que en Spotless, pero igualmente interesante y cautivadora. Una vez que nos inmiscuimos en el mundo interior de Tom (y a través de él al de Summer) nos costara trabajo dejar de seguir su historia desde el inicio hasta el final. Es una historia sencilla, "a boy meets girl" como dice el narrador al principio de la película, un narrador cuya voz parece salida de las caricaturas, lo cual tal vez sea una forma de decirnos que a pesar de lo dramático del tema no dejamos de ver una comedia.

Al igual que en Annie Hall (filme que seguramente han visto sus escritores) la historia esta fragmentada para narrarse no de una manera cronológica, sino para hacer una comparación de los primeros y alegres días de su relación, con los amargos momentos de decepción y ausencia después de la ruptura. "Este no es un film acerca del amor", nos advierte el narrador, y sin embargo es una de los pocos filmes que expresan con una honestidad brutal ese sentimiento tan contradictorio que, como dice Cioran, "tiene los mismos síntomas de una enfermedad".

En resumen, estos dos filmes rompen convenciones en el genero romántico. Quien sabe, tal vez lleguen a crear una nueva convención con el tiempo. Por ahora, los considero los mejores en su genero que se han hecho en Norteamerica en los últimos diez o quince años.




David Lynch: El lado oscuro del sueño americano
















Me cuesta trabajo ser objetivo al hablar acerca de uno de mis directores favoritos de nuestros tiempos. David Keith Lynch nació en Missoula, Montana, el día 20 de enero de 1946. Su primera elección pareció ser la pintura para posteriormente incursionar en el cine, labrandose una trayectoria bastante envidiable. Pero en realidad Lynch ha sido siempre un artista y un hombre del renacimiento, su nombre ha estado involucrado tanto en el cine, como en la música, la plástica, la fotografía y un vasto etcétera. Lynch tiene hoy 64 años, pero su espíritu de búsqueda, de experimentación, sigue joven y arriesgado como en sus primeros tiempos y tal vez hasta más. Director consagrado y respetado tanto en Europa como en Hollywood, no teme, a pesar de su edad, hacer una película como Inland Empire (2006), filmada enteramente en vídeo, porque a Lynch, lejos de preocuparle su status de "director profesional", le interesa más seguir manteniéndose fiel a la estética y los ideales de un cineasta personal.

Aficionado a la meditación y a la cultura hindú, a las ropas y los automóviles de los años cincuenta; Lynch es el creador de un universo cinematográfico propio. Sus historias ocurren siempre en una tierra llamada Lynchtown (por lo general un pueblo pequeño en el que todos sus habitantes parecen conocerse y se sonríen enigmática y optimistamente). Su gusto por la dualidad de el bien y el mal, la luz y la oscuridad es un punto importante para entender su mundo. El protagonista en sus historias siempre termina atraído a ese lado oscuro de donde debe escapar para posteriormente encontrar el equilibrio que le permita vivir en la cordura. El mejor ejemplo de lo que menciono es el final de Blue Velvet (1986), cuando el protagonista, Jeffrey Beaumont, después de sobrevivir a la pesadilla infernal del mundo de Frank Booth, se encuentra reunido con su novia y su familia en una linda casa, y al mirar a través de su ventana observa a un pajarillo devorando a un gusano. "Es un mundo extraño", le dice Jeffrey a su novia. Ni siquiera la naturaleza es blanca y limpia, pero ha aprendido que debe vivir con ello.

A pesar de su status de cineasta experimental, Lynch nunca ha dejado de ser un americano: las canciones de Elvis Presley y Roy Orbison, los vestidos, los automóviles, las bebidas y la comida chatarra pueblan sus filmes. Así mismo, la influencia de otros realizadores norteamericanos está muy presente en toda su obra. De Laura (1944), de Otto Preminger, tomaría prestado el nombre para el cadáver maldito de Twin Peaks, Laura Palmer: una abeja reina similar a la de la película de Preminger. De Vertigo (1958), de Alfred Hitchcock, tomaría prestada la idea de hacer pasar a una mujer por otra ya fallecida (la prima de Laura Palmer). Y de Sunset Boulevard (1950), de Billy Wilder, película por la que ha demostrado su admiración más de una vez, haría una referencia directa a su titulo con Mulholland Drive.




















Lynch cuenta que de joven nunca se le paso por la cabeza la idea de ser un artista. En el ambiente conservador y tradicional en el que se había criado no existía tal profesión entre la gente la común. Un día conoce al padre de un amigo, quien resulta ser un pintor que le impresiona fuertemente, y a partir de entonces decide seguir la misma vocación.

Después de pasar varios años como estudiante de pintura en Philadelphia, Lynch comienza sus primeros tanteos con el cine. Sus primeros trabajos, cortometrajes de estudiante, eran juegos de abstracción. Estoy hablando de The Alphabet (1968) y The Grandmother (1970), los cuales estaban hechos principalmente en base a técnicas de animación.

La película que lo pondría en el mapa, largometraje que incluso hoy en día sigue siendo uno de los mas extraños, por su originalidad plástico-sonora, seria Eraserhead (1977), filme cuya realización le llevaría 6 años debido a la falta de fondos para su producción, y que posteriormente le llevaría a conocer al famoso comediante Mel Brooks, quien le ofrecería su siguiente trabajo: The Elephant Man (1980). Cuenta la historia que otro gran realizador norteamericano, Stanley Kubrick, solía invitar a sus amigos a su casa con la promesa de mostrarles su película favorita, la cual resultaba ser nada menos que la opera prima de Lynch.

En la década de los noventa, Lynch incursionaría en la televisión con la ya mencionada Twin Peaks (1990-1991), acerca de un peculiar agente del FBI que llega a un pequeño pueblo maderero a investigar el asesinato misterioso y brutal de una jovencita de preparatoria, la cual era muy querida por toda la comunidad. Con éste trabajo, Lynch lograría una de las series más originales que el publico haya visto en la pantalla chica.

La música ocupa un lugar importante en su visión y Angelo Badalamenti, compositor de jazz delirante y armonias orquestales, es el cómplice perfecto. La colaboración de ambos les llevaría a grabar dos discos magníficos con la cantante Julee Cruise, en los que Badalamenti se ocuparía de la música y Lynch de las letras.

El sonido, aparte de la música, es otro elemento en el que Lynch pone sumo cuidado, ya que él es un creador de atmósferas, sabe que el oído es más sensible que la vista. Después de todo conviene recordar que fue un sonido el que decidió su vocación de cineasta: el joven David, después de terminar un cuadro se queda pensativo al observarlo; sabe que algo le falta y no puede percatarse del que. Súbitamente entra una corriente de aire a través de su ventana. En ese momento, el artista tiene una epifanía al imaginar que sus pinturas son capaces de cobrar vida y movimiento, todo a la par de las misteriosas y bellas impresiones de las que es capaz una onda sonora.

Existe una pagina de internet admirable llamada http://www.theyshootpictures.com, la cual se da a la tarea de recopilar las críticas y listas importantes de cine alrededor del mundo, y de esta manera formar una lista "definitiva", que es al mismo tiempo una guia para los cinéfilos, con las mil mejores películas de todos los tiempos. Así mismo, cuentan con una lista dedicada a los directores y otra a los films que pertenecen a nuestro nuevo siglo, en la cual el Mulholland Drive (2001) de Lynch se ha ganado el segundo lugar, solo superada por el filme Deseando Amar (2000), de Wong Kar-wai.

Para mi, Mulholland Drive es una obra maestra que pertenece a la misma familia que El Sueño Eterno (Howard Hawks, 1946). Ambos cuentan un argumento incomprensible y enigmático. Ambos cuentan con situaciones inolvidables, en las que sus personajes, no menos originales, intercambian una experiencia rica en miradas, gestos y diálogos. Y Lynch es un gran director de actores, no tal vez con la rigurosidad de un experto en arte dramático (experiencia de la que carecen la mayoría de los grandes directores de actores en cine de todos modos), pero si grande en el sentido de que es capaz de sacar lo mejor de cada uno de ellos. Su sensibilidad para plasmar un rostro humano en el celuloide es comparable solo a la de los grandes maestros de la pintura.

No creo que haga falta decir más, sus filmes hablan por él: desde sus inicios con Eraserhead, The Elephant Man y Blue Velvet, pasando por la "trilogía de la carretera" con Wild at Heart (1990), Lost Highway (1997) y The Straight Story (1999), hasta sus últimos experimentos con la narración no convencional en Mulholland Drive e Inland Empire.


Las Zapatillas Rojas (1948)





















Ficha Técnica:
The Red Shoes (Inglaterra, 1948).
Dirección: Michael Powell y Emeric Pressburger
Guión: Michael Powell y Emeric Pressburger (basado en un cuento de Hans Christian Andersen)
Fotografía: Jack Cardiff
Música: Brian Easdale
Interpretes: Moira Shearer, Anton Walbrook, Marius Goring


Sinopsis:
El estreno de un nuevo ballet de la compañía Lermontov es todo un acontecimiento en el mundo del espectáculo y del arte. Un joven compositor, Julian Craster, se encuentra entre los asistentes y se percata de que la música del ballet se trata de una composición suya que ha sido robada por uno de sus maestros del conservatorio.
En una fiesta después del estreno asiste el mismo Boris Lermontov, empresario y cabecilla de la compañía, el cual rechaza el ofrecimiento de ver a una bailarina de supuesto talento. Durante la fiesta, conoce a la joven Victoria Page (Vicky), una pelirroja que le cautiva al instante debido a su impresionante belleza e inteligencia, quien resulta ser la bailarina a la que se negó a ver antes.
A la mañana siguiente Julian se presenta a casa de Lermontov para informarle acerca del robo de su música pero Lermontov le aconseja que se olvide de todo el asunto y le ofrece un puesto en la compañía, para empezar como director de orquesta a partir de ese día.
En los cuarteles de la compañía de ballet hay una aglomeración de artistas, costuristas, escenógrafos, músicos y bailarines. Los dos jóvenes, Julian y Vicky (por separado), se encuentran desorientados y al presentarse el mismo Lermontov tratan de llamar su atención, pero el empresario se encuentra demasiado ocupado en todo lo referente los ensayos del ballet y ni siquiera se percata de ellos o de su existencia. Pasa el tiempo y Julian y Vicky se establecen en el ballet como dos empleados entre el montón.
En una pequeña matiné autorizada por la compañía, Vicky baila El Lago de los Cisnes de Tchaikovski, y Lermontov acude en secreto a verla.
Mientras el ballet se encuentra de gira, su bailarina estrella, Irina, anuncia su retiro de los escenarios debido a su próximo matrimonio y todos acuden a felicitarla; todos excepto Boris Lermontov, quien reacciona con indiferencia y desprecio al ver que su bailarina prefirió el amor mundano por encima de su arte.
Un nuevo ballet, Las Zapatillas Rojas (cuyo tema trata acerca de una bailarina que no puede desprenderse de sus zapatillas mágicas, las cuales nunca pararan de bailar hasta que la vida entera de la joven pase) se prepara; Julian y Vicky (quienes se encuentran por primera vez) son invitados a la reunión en donde Lermontov le anuncia a Vicky que se le ha dado la oportunidad de bailar el papel protagónico, a pesar de que sus colegas no están completamente de acuerdo con su decisión; mientras que a Julian se le encarga reescribir algunas de las partes malas de la partitura.
Los ensayos comienzan y Vicky tiene algunas dificultades para ejecutar varios de los segmentos a ritmo con la música. Lermontov le encarga a Julian (ahora convertido en el compositor del ballet entero) que toque el piano durante todas las comidas de Vicky en su habitación, de manera que ella pueda familiarizarse con la música.
El día del estreno llega y el ballet (representado en su totalidad ante nuestros ojos en un segmento de pura fantasía) es un éxito. La compañía tiene una temporada magnifica y la fama de Vicky y Julian crece considerablemente.
Después de una función igualmente exitosa, Lermontov hace planes para cenar con Vicky en un restaurante, pero al no poder localizarla va en su búsqueda a la fiesta de cumpleaños del coreógrafo de la compañía, Grisha, quien le pone al tanto acerca del romance que ha nacido entre Vicky y Julian. Furioso, Lermontov cita a Julian y le pide explicaciones por distraer a su bailarina, ya que en su opinión ha perjudicado la calidad de su ejecución; y de paso, le reprende por su mediocre ultima composición. El empresario le exige que termine su romance con ella y al no acceder Julian, éste es despedido del ballet. Sus compañeros de la compañía (quienes no comparten la misma opinión de Lermontov) tratan de ayudarle, pero es inútil, y no pueden hacer nada para hacer que su jefe cambie de parecer. Vicky va en busca de Lermontov y al no poder convencerlo tampoco, se despide de él y de la compañía para irse con Julian.
Ambos jóvenes se casan, a los oídos de Lermontov llega la noticia y éste estalla en colera, arremetiendo contra el espejo de su habitación.
Pasa el tiempo. El ballet Lermontov tiene una nueva temporada con su antigua bailarina, Irina. Julian se dedica a terminar su primera opera, y Vicky al parecer ha disminuido su actividad como bailarina.
Lermontov tiene una idea para un nuevo ballet, en el que visualiza a Vicky, y apoyado por sus compañeros de la compañía decide escribirle, pero al enterarse de que Vicky ira a vacacionar sola en la misma ciudad en la que se encuentra el ballet, el empresario rompe la carta y decide ir en su búsqueda a la estación del tren, en donde le propone a Vicky volver a interpretar Las Zapatillas Rojas, el ballet que le había dado fama y el cual nadie más había interpretado desde ella. Vicky es seducida por la idea de poder bailar de nuevo y accede.
La función al fin esta lista y unos minutos antes del estreno Vicky se prueba las zapatillas rojas junto a Lermontov, cuando Julian aparece sopresivamente con el propósito de llevarse a Vicky con él. Julian se percata de que Vicky no puede vivir sin el baile y se aleja, despidiendose para siempre de ella. Lermontov parece haber vencido esta vez, pero la bailarina, en un ataque de nervios, salta desde el balcón. En la calle, Julian la encuentra moribunda, Vicky le pide que le quite las zapatillas rojas y muere. En el teatro, Lermontov anuncia al publico la muerte de Vicky, y como homenaje hacia ella deciden interpretar esa noche, tal como estaba planeado, el ballet de Las Zapatillas Rojas, con el papel de Vicky vacío.


"Realidad", palabra que sin comillas tal vez no llegaría a significar nada. Los limites entre ésta y la fantasía es apenas una delgada linea en las historias del dúo Powell y Pressburger (Ingles, el primero; Húngaro, el segundo). Las Zapatillas Rojas, su obra maestra, es quizá el mejor filme que se ha hecho acerca del mundo del espectáculo. Su peculiar mezcla de imaginación puramente fantástica combinado con un cuadro realista y crudo, ya anuncia a los futuros Tim Burtons y Terry Gilliams.

El argumento bien pudo haber ocurrido en la vida real, todo es acerca de la tragedia (el triángulo amoroso Julian-Vicky-Lermontov, que terminara con la muerte de ella) que vive una familia (la compañía de ballet). Pero el realismo se pierde, o mejor dicho, se diluye en el estilo, y Powell y Pressburger tienen una manera de filmar las cosas, que la simple ascensión de una escalera se vuelve un hecho mágico, misterioso y eterno. El ritmo de la cámara, y de lo que ocurre dentro de ella, esta llena de una fluidez y de todos los ricos matices que solo pudieron haber nacido dentro del ojo del poeta (poetas en este caso, aunque muchos prefieren ver en Powell al director principal y a Pressburger como el escritor).

El ballet-ilusión que ocurre a mitad de la película (una gloriosa secuencia épica de 15 minutos que llegaría a inspirar los musicales americanos que habrían de preparar Vincente Minelli y Stanley Donen posteriormente) esta basado en un cuento fantástico, no exento de esa crueldad escalofriante típica de los cuentos infantiles de antaño, autoría del danés Hans Chrisitan Andersen. Una historia que es al mismo tiempo la revelación y un reflejo del destino de su interprete.

Sus decorados grandilocuentes y su iluminación dan el tono perfecto que nos hace creer asistir a un cuento de hadas. Filme lleno de colores vivos y fuertes, en partes mas tenues. El realizador Martin Scorsese diría alguna vez que consideraba este film, junto a El Río (1951) de Jean Renoir, el mas bello en cuanto a su uso del color.

Contar con la música de Brian Easdale es otro punto a favor del film, sus aspectos sonoro-oníricos ala Claude Debussy realzan el aspecto semifantástico de la historia. Por otra parte, podemos asistir, en el personaje de Julian, a la creación misma de la música; desde sus campanas fúnebres hasta el jugueton tema que da el titulo al ballet.

En muchos sentidos también, éste es un film acerca del amor: el amor por la vida, reflejado en la pareja Julian-Vicky y el amor incondicional por el arte, representado por Boris Lermontov.

Todas las interpretaciones del film son una delicia para los ojos y el oído, incluso entre sus personajes secundarios: tan humanos, contradictorios y llenos de vida que se nos quedaran grabados para siempre. Pero sobre todos sobresale una figura, la más trágica de todas: Lermontov, interpretado soberbiamente por Anton Walbrook, un ser obsesivo, tiránico, genial, calculador y pasional al mismo tiempo.

Al principio Lermontov es una figura distanciada que se oculta en la sombras mientras dirige todo el espectáculo, es el gran empresario, el maestro titiritero. Pero su persona misma es un gran misterio para los demás. Al principio parece ser un film acerca de la bailarina y el compositor, pero poco a poco comienza a convertirse también en la historia de Lermontov, «ese monstruo cruel y talentoso», como lo llama Vicky. Al principio nadie mas en la compañía parece percatarse del talento de la bailarina pelirroja, pero Lermontov impone su decisión, y todos saben que la suya es la ultima palabra. Por el otro lado del triángulo, Julian comienza a abrirse camino poco a poco y es aceptado entre sus colegas como miembro importante de la compañía, así mismo su futura amante, Vicky, aunque al principio le costara más trabajo adaptarse. Al final, el monstruo emotivo y visceral Lermontov surge; los celos y el odio se apoderan de él con la misma pasión con la que crea los mas grandes espectáculos del mundo del arte. Al final, él es el único que cree que el talento de la joven pareja ha menguado y se ha vuelto vulgar e intolerable, cuando todos los demás en la compañía están convencidos de su talento y brillo: la historia acaba volviéndose al revés. La tragedia termina con Lermontov y Julian disputándose el favor de la joven, disputa que acabara en el ataque de nervios y el suicidio de Vicky. Un final trágico para un cuento de hadas.

Una versión restaurada en 35 mm fue presentada por el director Martin Scorsese a mediados del año pasado en Cannes. La versión en dvd de dicha restauración saldra a la venta el 21 de julio de éste año.


La introducción del ballet "Las Zapatillas Rojas"

miércoles, 28 de julio de 2010

La Pasión de Juana de Arco (1928)















Sinopsis:
En el año de 1431, la joven francesa Juana de Arco, salvadora de la patria frente a los ingleses, y que declara sentirse inspirada directamente por Dios, se enfrenta a su procesamiento y a una posible condena a muerte. Se acusa a Juana de blasfemia.
La mayoría de los sacerdotes reunidos se encuentran en su contra. Algunos de ellos dudan de su culpabilidad y creen en la verdadera santidad e inocencia de la joven, pero los eclesiásticos más poderosos son los únicos que tienen voz y voto en el proceso, y los simpatizantes de Juana son intimidados para que voten igual que la mayoría.
Los deshonestos sacerdotes redactan una falsa carta atribuida al rey Charles de Francia. Los carceleros molestan a la joven y uno de los viejos sacerdotes interviene, tratando de convencer a la joven de que se encuentra de su lado, mostrándole la falsa carta y haciéndose pasar por un enviado del rey con la intención de protegerle.
Juana pide permiso para asistir a misa, los sacerdotes aceptan a cambio de que Juana vista ropas femeninas y se deshaga de la suyas, masculinas e impías. Ella se niega y es devuelta a su celda, en donde es de nuevo molestada por sus vulgares carceleros, los cuales se burlan de ella poniéndole una falsa corona. Un joven sacerdote interviene y demuestra tener verdadera simpatía por Juana.
La joven es llevada a la sala de tortura en donde los viejos eclesiásticos tratan de convencerla una vez más de que sus visiones provienen del Diablo y no de Dios. Mientras que le muestran los crueles instrumentos de tortura, le exigen que firme un documento en donde se retracta de todo lo confesado. Ella desfallece ante la visión aterradora de las maquinas del dolor.
Una fiebre ataca a la joven y es necesario hacerle una sangría. Mientras convalece, le ofrecen los sagrados sacramentos a cambio de que firme el documento y se retracte. Ella se niega.
Mientras preparan la hoguera, el documento es ofrecido a la joven de nuevo. El pueblo reunido y los pocos simpatizantes religiosos le piden que acepte para salvar su vida y ella accede.
De vuelta en su celda, mientras le quitan a Juana todo su cabello, la joven exige de nuevo la presencia de sus jueces, ya que ha mentido y se arrepiente de haberlo negado todo. El joven sacerdote le consuela de nuevo y le confiesa.
La hoguera es preparada y Juana arde y se extingue ante la visión de un pueblo encolerizado, que vocifera en contra de la injusticia cometida.
Una lucha entre los soldados y el pueblo, que intenta ser aplacado por medio de la violencia, pone fin a la historia.

Con la Pasión de Juana de Arco nos encontramos ante una sinfonía de primeros planos. Odio, cólera, sufrimiento, compasión, culpa, soberbia. Todo pasa a través de los rostros maravillosamente fotografiados.

La interpretación de Maria Falconetti como Juana, trasciende cualquier palabra, cualquier descripción que se nos ocurra. El sufrimiento, la honestidad espiritual y su estado de gracia real, hacen de su interpretación una de las más sublimes de ésta o cualquier época.

Un joven Antonin Artaud aparece en el filme, es uno de los pocos sacerdotes que siente compasión por Juana. Tal vez debido a su temprana edad, la humanidad del joven sacerdote no ha llegado a decaer aun como la de sus ancianos superiores. Al final, será él quien eleve una cruz cerca de la joven santa, para que le haga compañía en sus últimos momentos.

Igualmente, todos los actores secundarios, los carceleros, el pueblo y en especial los antipáticos jueces, están genialmente logrados. En los últimos momentos del proceso, podemos leer en sus rostros que la duda y el arrepentimiento comienzan a nacer. El mismo sacerdote que le escupe a Juana en la cara, termina derramando lagrimas al verla sufrir.

La forma en que ha sido construido (mayormente por primeros planos), sus travellings y movimientos de cámara, lo hacen un film original e innovador para la época.

Su director, el danés Carl Dreyer siempre tuvo una fijación con los temas religiosos y ocultistas; y décadas después, habría de hacer otro de los mas grandes films espirituales: La Palabra (Ordet, 1955), una obra sorprendentemente distinta, en cuanto a estilo, de su predecesora (el montaje en La Palabra es austero, enfocándose más en sus planos-secuencia, sencillos, invisibles y exentos de cualquier espectacularidad técnica).

La Pasión de Juana de Arco trasciende cualquier catolicismo, cualquier religión o ateismo. Este es un film acerca de la libertad; después de todo, Juana muere, pero muere libre, fiel a ella misma y a sus ideales espirituales. Este es un film acerca del acto de fe. Y cada meta, cada nuevo paso que se ha propuesto el hombre esta llena de esa fe ciega e inexplicable, que nos convence y nos dirige hacia un fin que creemos trascendente.

El filme había pasado por varias mutilaciones y se creía perdido en su totalidad, hasta que una copia integra del negativo fue encontrada en 1981 en una institución mental de Noruega.

martes, 27 de julio de 2010

George Méliès: Creador del espectáculo cinematográfico




















Luz y sombra, el bien y el mal, felicidad y tristeza, amor y odio. Todo pasa a través de una pantalla de cine.

Más de cien años han transcurrido desde la invención del séptimo arte, y todavía nos parecen lejanos los días en que éste comience a marchitarse y extinguirse de este mundo.

A mediados del siglo XIX, los inventores intuían ya la posibilidad de que la fotografía cobrara vida y movimiento, experimentos que concluirían en la cámara-proyector inventada por los hermanos Auguste y Louis Lumière (curioso que el apellido mismo viniera a significar «Luz», elemento primordial del cine). Así ocurrió la famosa primera función cinematográfica que se ofrecía al publico, el 28 de diciembre de 1895 en París.

Todo comenzó con un acto de magia...
















Georges Méliès (1861-1938), el visionario al que le debemos practicamente todo el universo cinematográfico; era un mago, director de teatro, dibujante y periodista, que había adquirido su propio teatro poco después de abandonar el negocio familiar del calzado. Tuvo la oportunidad y la fortuna de estar presente en las primeras demostraciones que los Lumiére hacían del nuevo invento, y no tardo en darse cuenta de que acababa de dar con algo grande. La cámara estaba aguardándolo, virgen, dispuesta; esperando a que un hombre de genio como él explotara toda sus posibilidades. Los inventores ensamblaron la maquina y Méliès lo convirtió en toda una forma de arte. La posibilidad de hacer el acto de magia mas grande del mundo lo sedujo; de representar la vida de una manera que el teatro apenas había soñado.


Cuentos de hadas, ciencia ficción, comedia, actos de ilusionismo: todo pasaba a través de su lente y su ojo interno.
Creador de los efectos especiales, de los filmes coloreados a mano y del primer estudio cinematográfico en Europa. Director, actor, escenógrafo y escritor, Méliès era «El Hombre Orquesta», como dice el titulo de uno de sus cortometrajes. Sus filmes fueron un éxito con el publico alrededor del globo. Surgieron muchos imitadores, algunos geniales (Edwin S. Porter, Segundo de Chomón); otros, no pasaban de ser businessmen sin talento.

La famosa imagen de la bala-nave chocando contra el rostro de la luna, escena de su film Le Voyage dans la lune (1902), se ha convertido en un símbolo del arte cinematográfico.

Pasaría el tiempo, la maquina y la industria cinematográfica comenzaría a crecer rápidamente, y en la década de los 20s Georges Méliès terminaría arruinado. Años antes, en 1895, cuando Mèlíes trataba de hacerse con una de las primeras cámaras, Antoine Lumière, el padre de los inventores, le había profetizado a medias: «El cinematógrafo es una curiosidad científica sin ningún porvenir comercial. El invento no esta en venta. Y agradézcamelo porque para usted hubiera sido la ruina». Se había equivocado en lo primero; desafortunadamente había acertado en lo segundo.

Los grandes estudios comenzaron a abrir sus puertas, y con ellos, las superproducciones de proporciones colosales, contra las cuales el pequeño mago poco podía competir o disputarse el favor del publico. Atrás parecían haber quedado los actos del cinemago. No más desapariciones-apariciones, no más personajes fantásticos, no más príncipes, gigantes, brujas, demonios, guerreros, alquimistas, fantasmas o seres de otros planetas. Méliès había tenido que sufrir lo mismo por lo que han pasado muchos de los grandes talentos y visionarios de la historia: el olvido, la terrible indiferencia ante el genio.

Un poco de suerte le aguardaba aun: en 1928, un periodista casualmente lo descubre en la estación de Montparnasse, vendiendo juguetes (que él mismo fabricaba) en un pequeño puesto. A partir de entonces comenzarían los homenajes al viejo maestro, quien a pesar de tantos reconocimientos, seguiría acudiendo a trabajar cada día en su humilde tienda.

El 21 de enero de 1938 el padre del cine muere. Solo asisten 12 personas a su entierro. Entre ellos, se encontraba el realizador francés, Rene Clair, quien alguna vez diría acerca de él:

«Méliès es el inventor del espectáculo, ruta hacia el reino de las hadas, entre las tiernas estrellas y los soles sonrientes».

Entre su filmografia se cuentan más de 500 cortometrajes, entre los que han sobrevivido poco más de 170, los cuales han sido lanzados en su totalidad recientemente en DVD.

El Viaje a la Luna (1902)


Las Cartas Vivientes (1904)


L'Alchimiste Parafaragamus (1906)